martes, 17 de septiembre de 2013

La caida programada


“¡No corras, hijo, que te vas a caer! ¡No corras... por favor! ¡Ves, te dije que te caerías! ¿Porqué no obedeces a tu madre, hijo?”. 
El hijo se levanta todo magullado, un insignificante hilo de sangre recorre su rodilla, y mira estupefacto a la madre. Entonces piensa: ¡Qué increíble mi mamá! ¿Cómo sabía que me iba a caer? Su pensamiento toma lugar en una fracción de segundo, de tal modo que el niño no advierte que está pensando lo que piensa. Tampoco sabe que su madre no sabía que él se iba a caer, sino que provocó su caída. Su madre tampoco lo sabe. Ella cree que posee una habilidad especial para detectar el momento en que algo malo le está por ocurrir a su hijo, y el motivo. Pero no es así. Ambos se equivocan. 
Lo que la madre hace, inconscientemente, es programar la caída del niño. Diciéndole repetidamente que si “corre” se “caerá”, no hace más que programar en la mente del niño, la acción y su consecuencia, de tal modo que, si el programa está bien hecho, resulta convincente y es receptado (aunque sea a nivel inconsciente) por el hijo, el niño tropezará y caerá ineludiblemente. Es más, el programa tiende a quedar grabado en la mente del niño de tal manera, que es posible que le quede una fuerte tendencia a “caer” cada vez que “corra”. 
Mucha de la información recibida durante nuestra infancia, la familia, el medio sociocultural donde nos educamos, los medios de comunicación afectan nuestro subconsciente provocando un fenómeno de condicionamiento por autosugestión involuntaria y a creer ciertas cosas, que modelan nuestra realidad y la forma de ver al mundo. 
Las autosugestiones negativas de muchas personas son la causa de sus dificultades en la vida cotidiana, de los problemas con su prójimo, en su trabajo, así como con sus sentimientos y su estado de ánimo. Si nos fijamos a nosotros mismos, nos damos cuenta que vivimos constantemente con frases que nos decimos o que nos vienen a la cabeza automáticamente en ciertas situaciones. Por ejemplo, frente a los fracasos o accidentes: “Eso es demasiado difícil para mí, eso no lo puedo hacer, eso sólo me puede pasar a mi, soy un fracaso, todo me sale mal, nadie me quiere, que tonto soy”. A menudo también reaccionamos con autosugestiones positivas: “No es nada grave, ya pasará, no hay mal que por bien no venga, después de la tempestad viene la calma, si esto me pasa es por que algo bueno viene mas adelante, todo ocurre por alguna razón, todo problema es un aprendizaje” 
Estas frases negativas o positivas aparecen muchas veces en el subconsciente. Nos paralizan, nos roban energía, nos mantienen con un ánimo negativo o en otros casos, nos dan fuerza, animo, energía interior. 
Nuestra mente esta estructurada de tal manera que todo se transforma en lenguaje. No solo nos enfadamos, sino que el enfado se expresa también en frases a través de las cuales tomamos conciencia de nuestra actitud interior. Y con estas frases podemos al mismo tiempo modificar esta actitud. Por eso, es una tarea muy importante darse cuenta de las frases que se formulan por sí solas en nuestro interior y que sin embargo, tienen un efecto tan enorme en nuestra actitud, en nuestro estado de ánimo y en nuestros pensamientos, sentimientos y actos. 
Por tanto podemos transformar la mayoría de los pensamientos en palabras. Estas nos influyen al modo de autosugestiones que encontramos en nuestra mente. Es así que los primeros pensamientos que tengo al levantarme influyen durante todo el día. Por eso, es tan importante tener el hábito de levantarse por la mañana con un pensamiento positivo o una oración en la mente: “Dios te doy gracias por un día mas de vida, gracias por estar sano fuerte, feliz y exitoso, valgo mucho y merezco lo mejor y que este día sea lleno de amor, abundancia y prosperidad.”

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