“¡No
corras, hijo, que te vas a caer! ¡No corras... por favor! ¡Ves, te dije que te
caerías! ¿Porqué no obedeces a tu madre, hijo?”.
El
hijo se levanta todo magullado, un insignificante hilo de sangre recorre su rodilla, y
mira estupefacto a la madre. Entonces piensa: ¡Qué increíble mi mamá! ¿Cómo sabía
que me iba
a caer? Su pensamiento toma lugar en una fracción de segundo, de tal modo que
el niño no advierte que está pensando lo que piensa. Tampoco sabe que su madre
no sabía que él se iba a caer, sino que provocó su caída. Su madre tampoco lo
sabe. Ella cree que posee una habilidad especial para detectar el momento en
que algo malo le está por ocurrir a su hijo, y el motivo. Pero no es así. Ambos
se equivocan.
Lo
que la madre hace, inconscientemente, es programar la caída del niño.
Diciéndole repetidamente que si “corre” se “caerá”, no hace más que programar
en la mente del niño, la acción y su consecuencia, de tal modo que, si el programa
está bien hecho, resulta convincente y es receptado (aunque sea a nivel
inconsciente) por el hijo, el niño tropezará y caerá ineludiblemente. Es más,
el programa tiende a quedar grabado en la mente del niño de tal manera, que es posible que le quede una fuerte tendencia a “caer” cada vez
que “corra”.
Mucha
de la información recibida durante nuestra infancia, la familia, el medio
sociocultural donde nos educamos, los medios de comunicación afectan nuestro
subconsciente provocando un fenómeno de condicionamiento por autosugestión
involuntaria y a creer ciertas cosas, que modelan nuestra realidad y la forma
de ver al mundo.
Las autosugestiones
negativas de muchas personas son la causa de sus dificultades en la vida
cotidiana, de los problemas con su prójimo, en su trabajo, así como con sus
sentimientos y su estado de ánimo. Si nos fijamos a nosotros mismos, nos damos
cuenta que vivimos constantemente con frases que nos decimos o que nos vienen a
la cabeza automáticamente en ciertas situaciones. Por ejemplo, frente a los
fracasos o accidentes: “Eso es demasiado difícil para mí, eso no lo puedo hacer,
eso sólo me puede pasar a mi, soy un fracaso, todo me sale mal, nadie me
quiere, que tonto soy”. A menudo también reaccionamos con autosugestiones
positivas: “No es nada grave, ya pasará, no hay mal que por bien no venga, después
de la tempestad viene la calma, si esto me pasa es por que algo bueno viene mas
adelante, todo ocurre por alguna razón, todo problema es un aprendizaje”
Estas frases negativas o
positivas aparecen muchas veces en el subconsciente. Nos paralizan, nos roban
energía, nos mantienen con un ánimo negativo o en otros casos, nos dan fuerza,
animo, energía interior.
Nuestra mente esta
estructurada de tal manera que todo se transforma en lenguaje. No solo nos
enfadamos, sino que el enfado se expresa también en frases a través de las
cuales tomamos conciencia de nuestra actitud interior. Y con estas frases
podemos al mismo tiempo modificar esta actitud. Por eso, es una tarea muy
importante darse cuenta de las frases que se formulan por sí solas en nuestro
interior y que sin embargo, tienen un efecto tan enorme en nuestra actitud, en
nuestro estado de ánimo y en nuestros pensamientos, sentimientos y actos.
Por tanto podemos
transformar la mayoría de los pensamientos en palabras. Estas nos influyen al
modo de autosugestiones que encontramos en nuestra mente. Es así que los
primeros pensamientos que tengo al levantarme influyen durante todo el día. Por
eso, es tan importante tener el hábito de levantarse por la mañana con un
pensamiento positivo o una oración en la mente: “Dios te doy gracias por un día
mas de vida, gracias por estar sano fuerte, feliz y exitoso, valgo mucho y
merezco lo mejor y que este día sea lleno de amor, abundancia y prosperidad.”
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